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Después de la pubertad y antes de la madurez.

El nivel de edad que se estima para la adolescencia va entre los 10 a 24 años. Un periodo que es variable, dependiendo dónde está el individuo desarrollándose. Si está en una sociedad que le faltan elementos modernos, formación e información global, la adolescencia será corta (entre los 12 a 20 años) Si por el contrario se encuentra en una sociedad llena de elementos tecnológicos, sociales, culturales y democráticos, su pasada por la adolescencia será más larga y con dificultades para ajustar su vida.
Al referirnos a sociedades privadas de elementos modernos o formación e información global, por una parte, hay que distinguir a las comunidades y cuantos grupos sociales aún no están conectados a la Internet y aún mantienen estructuras antiguas consolidadas. En ellas las personas que están pasando por la adolescencia no están expuestos al orden -desorden podríamos interpretar- e investigación que hoy se estila en nuestras sociedades de estos tiempos.
Siendo así, nuestros adolescentes que están en la etapa de recepción de la información, discusión de los temas que los involucran, carácter en las causas que piensan justas y lucha contra las injusticias, comienzan a dar síntomas de rebeldía: desobediencia, insubordinación, indisciplina, insurrección, revolución y sedición.
Nos cabe como sociedad hacer un mea culpa o una aceptación del trastorno en la información al que estamos afectos. Lo que antes fue una pura y santa verdad, hoy se está transformando en una vil y torcida realidad. Lo que en la niñez ignoramos y lo que en la madures aceptamos, en la adolescencia se convierte en un dilema vital para plantearse el mundo y tener el relato necesario, ante nuestros pares. Obviamente los padres, que son los adultos más cercanos, reciben la carga más potente de las señales de la rebeldía.
El adolescente llega a tal punto que se convierte hasta el enemigo de las buenas prácticas alcanzadas por los adultos, establecidas por la realidad aceptada. Encarna la revolución de los actos, llamando a sus iguales y menores a tomar una actitud sublevada, en cada momento que se puede realizar ésta. Claro está que, dependiendo de sus valores y nociones, puede manifestarse una actitud simple de desobediencia o, en casos extremos, una compleja condición de rebelión: desobediencia constante y/o envidia incontrolable.
Sin embargo, toda esta potencial situación de la adolescencia rebelde, es posible revertir con una comunicación adecuada y acciones preventivas –hemos de estar conscientes de la sociedad a la cual pertenecemos-. Hay que recordar que estamos en la era de las comunicaciones y de los derechos plenos de las personas; a parte de pertenecer a una sociedad moderna y plenamente conectada. Ahí, en aquellas condiciones recientes de sociedades actuales los padres, progenitores y/o tutores, se han de poner a la par con los elementos que impresionan a la juventud y esperan ser usados para llegar a estos jóvenes híper conectados y desobedientes.

Héctor Samuel Quijada Olguín.
Periodista.
Mediador.
 
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